VENECIA.- El cineasta ruso
Victor Kossakovsky se embarcó en una ambiciosa misión por los glaciares de su país para retratar, a 96 cuadros por segundo, la belleza y el poder del agua convertida en hielo.
El documental, coproducido por el mexicano
Matthias Ehrenberg (Gloria, sexo, pudor y lágrimas), está conformado por una serie de vistas (como dirían los hermanos Lumière hace más de 100 años) del gélido paisaje ruso, su deshielo y las prácticamente nula interacción entre el hombre y el agua ene estado sólido.
En la escena más impactante de la cinta, vemos con un dramatismo perturbador
cómo una desvencijada camioneta es deglutida por el hielo con todo y sus tripulantes. Segundos después dos de ellos logran escapar a la superficie, perouno más otro queda enterrado en el hielo a pesar de los esfuerzos y la impotencia de otros hombres por rescatarlo.
Kossakovsky mezcla sus contemplativas imágenes con
música de heavy metal para intensificar la carga dramática de lo que a todas luces es un ensayo estilístico más que narrativo.
El realizador dedica su audiovisual -que ahora dudo siquiera que sea un documental- dedica su pieza a su colega y paisano Aleksandr Sokúrov, ganador del León de Oro del Festival de Venecia en 2011, un premio al que Kossakovsky no puede aspirar en esta ocasión al encontrarse fuera de concurso.