3 Idiotas estrena el 31 de Marzo.
Por Nancy Medina / @NanMedina25
3 Idiotas se apoderarán de la cartelera mexicana a partir del 31 de marzo y el 2 de junio en Estados Unidos. La cinta, dirigida por Carlos Bolado y protagonizada por Martha Higareda, Vadhir Derbez, Sebastián Zurita, Alfonso Duval, Germán Valdés y Christian Vázquez, es una adaptación de un filme indio del mismo nombre, pero con una hora y media menos de duración.
Durante la conferencia de prensa que se llevó a cabo en la plaza Oasis Coyoacán, los actores invitaron a ver la cinta, pues consideran que tiene un mensaje poderoso.
“Ser feliz, lanzarte sin miedo a realizar tu pasión y si lo haces todo te saldrá bien”, señaló Alfonso Duval.
Por otro lado, Vadhir afirmó que vivimos en un mundo lleno de conexiones, pero poco duraderas.
“Las redes sociales contribuyen a relaciones blandas, por lo que las relaciones se rompen fácilmente”.
Y para hacer alusión al nombre de la cinta: 3 Idiotas, uno de los productores y COO de operaciones de Cinépolis, Miguel Mier afirmó que: “Para hacer películas en este país hay que ser idiota y saberse rodear de los idiotas adecuados”.
El elenco presente en la conferencia estuvo de acuerdo en que el tema de la película es universal y es para hacerles saber a las personas de todas edades que deben lanzarse a conseguir sus metas.
3 Idiotas es un homenaje al cine de la India, sus bailes y fiestas coloridas en pantalla, así como un tributo a la vida y a las decisiones que se toman en ella para realizarse como persona, como los “idiotas” que tenemos que ser.
¿Y la música?
El soundtrack de 3 Idiotas está hecho en casa, con música compuesta por Álvaro Arce Urroz y uno de sus actores, Germán Valdés, quien es nieto del comediante de la época de oro.
Mira el tráiler:
La Libertad del Diablo, cinta documental de Everardo González es la cinta ganadora del FICG Festival Internacional de Cine en Guadalajara en su edición 32
Premio Mezcal a la Mejor Película Mexicana
Mejor Fotografía para María Secco
Mejor Documental Iberoamericano
La nostalgia sigue a la alza. Danny Boyle volvió a reunir las letras de Irvine Welsh con ese entrañable cuarteto de escoceses adictos a tantas cosas para entregar un filme en el que los suspiros por el pasado embadurnan prácticamente sus 117 minutos de duración
Por Enrique González R. / @enriqueglez
Staff @LoftCinema 20 años es una cifra sumamente engañosa. Hagan un sencillo ejercicio: revisen qué discos o películas se estrenaron hace dos décadas, recuerden en qué grado escolar estaban o piensen quién era su pareja. Viéndolo así, ¿no parece tanto tiempo, cierto?
Pero sí, en 20 años pueden pasar muchas cosas, y es lo primero que nos quiere dejar muy claro el guion de ‘T2 Trainspotting’, una de las películas más esperadas en los últimos años, el anhelado reencuentro de los héroes de millones de adictos a la primera entrega, a Trainspotting a secas, a ese terremoto audiovisual rebosante de drogas en un decadente Edimburgo que en 1996 invadió a toda velocidad los cines y metió a Lou Reed, Iggy Pop y Underworld en otros tantos millones de Discman. “Just a perfect day” se convirtió en un himno generacional.
¿Y hoy? Renton hace jogging en Ámsterdam (a donde huyó con todas esas libras que les birló a sus amiguitos), Spud sigue sin dominar el triángulo drogas-familia-amor propio, Sick Boy es ahora Simon, un chantajista sexual de poca monta que consume cocaína como si fuera barata, Begbie sigue exudando rabia tras las rejas y Diane, no olvidemos a Diane, es… mejor entérense por su cuenta a qué se dedica la ex novia de Mark.
Lejos quedaron los días de la infancia, las primeras risas en la primaria, los primeros robos, las primeras inyecciones de heroína, las primeras muertes de bebés y amigos a los que el VIH les entró a través de una jeringa.
En ‘T2 Trainspotting’ la amistad se transformó en odio y rencor, el dinero escasea, el amor no florece en ningún hogar y la vida adulta (con hijos incluidos) no da tregua. ¿Qué podría salir mal cuando Renton toma el vuelo Ámsterdam-Edimburgo para ver cómo están las cosas por casa?
“First There Was an Opportunity. Then There Was a Betrayal (Primero hay una oportunidad y luego viene la traición)”, es el mantra de ‘T2 Trainspotting’. Oportunidades y traiciones. Amor y odio. Pasado y presente. Vida recta o delictiva…
Danny Boyle, nacido en Manchester en 1956, tenía una papa muy caliente en sus manos. ¿En serio queremos hacer una segunda parte de esa obra de culto?, es una pregunta que se deben haber hecho todos los involucrados hace un par de años, mientras apuraban unas pintas de cerveza.
Ewan McGregor se peleó con Boyle cuando este eligió a DiCaprio para ‘La Playa’. Luego se reconciliaron. El resto del elenco había dado tumbos en sus respectivas carreras, con una serie por aquí, una película por allá, pero nada que ver con la ascendente carrera de McGregor, que hasta a Caballero Jedi llegó y a Nicole Kidman enamoró.
Pero volvamos a Edimburgo, a ese guion basado en Porno, la novela tragicómica con la que Welsh decidió seguirles la pista a sus muchachos, fantasmas cuarentones que deambulan por esos suburbios en los que la clase media escocesa sobrelleva sus grises días con cerveza y fútbol, paisajes carentes de todo encanto a los que Boyle vuelve a inyectar de adrenalina con un soundtrack imponente (Wolf Alice, Young Fathers, Queen, Blondie, The Clash y otros).
Volvamos para ser testigos de cómo la nostalgia es un ingrediente riquísimo y evocador (¿recuerdan Ratatouille?), pero que no puede ser el único cuando se busca un platillo tan exuberante como la Trainspotting original.
Los guiños a la primera se suceden uno tras otro, unos con mejor tino que otros; el humor de Renton ahí está, la camaradería con Simon sobrevive, la nueva chica del club es un personaje bien delineado con los suficientes matices para que los fans la quieran, Spud es tan (o más) entrañable, sobre todo cuando por fin lo vemos encontrar una luz en su vida y la histeria de Begbie (y sus problemitas con el sexo) transmiten miedo y ternura a partes iguales. Sí, todo parece estar ahí, pero… algo falta.
El guion se regodea demasiado con su antecesora, no puede dejar de verla por el retrovisor y eso le impide avanzar con sus propios recursos. La dirección de Boyle se siente mucho más calculada, menos orgánica. Los años, la cárcel, las drogas, Facebook, la sociedad hiperconectada, los padres ausentes, todo parece haber hecho una profunda mella en nuestros nihilistas héroes. El mundo los ha ablandado a todos.
Los golpes a la mandíbula y las inyecciones intravenosas que recibimos de Trainspotting en los 90’s, ahora son cachetadas y aspirinas con Coca-Cola. Están cansados y se nota. Tal vez ese era el objetivo de Boyle y compañía: mostrar sin mayores pretensiones el hastío al que está indefectiblemente destinada esa inmensa ola de “chavorrucos” del mundo occidental que entre videojuegos, alcohol, Instagram y añoranzas por lo bien que la pasaban cuando tenían (teníamos) 20 añitos, intentan por todos los medios no aburrirse.
Si ese era el objetivo, felicidades. Pero si no, habrá que remitirse a Sick Boy y su teoría sobre la vida. ¿Le ocurrió a ‘T2 Trainspotting’ lo que él cree que le ocurrió a Lou Reed?
“En algún punto tuviste el talento y luego lo perdiste, y se fue para siempre. Le pasó a George Best, a David Bowie y a Lou Reed. Lou Reed no es que esté mal, pero tampoco es genial, ¿cierto? Y en tu corazón sientes que aunque suena muy, muy bien, en el fondo realmente es… una porquería”.
La vida de la pintora expresionista Paula Modersohn-Becker es retratada en la cinta que se exhibe en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara, dentro de las obras invitadas del país homenajeado
Por Enrique González R. / @enriqueglez
Staff @LoftCinema “Fue la primera artista en tener un museo dedicado únicamente a su obra”, afirma el filme. ‘Paula’, que llegó al FICG 32 en el buque del país invitado de honor, Alemania, aborda la vida de la pintora expresionista Paula Modersohn-Becker
Estamos en los primeros latidos del Siglo XX y lo que sus maestros de pintura le susurran al oído a Paula Becker –hay momentos en que no se sabe si la quieren llevar a la cama o mostrarle los secretos de pintar una naturaleza muerta– resuenan dolorosa y trágicamente contemporáneos. De haber tenido Twitter, quién sabe qué habrían escrito en esos profesores de la entonces célebre escuela germana de Worpswede.
“Usted no sabe pintar, usted debería irse a la cocina, el artista no debe andar por ahí plasmando sus sentimientos en la tela, Fräulein Becker, no, no, no. El artista debe representar al mundo ‘TAL COMO ES’, es decir, con precisión y exactitud”.
Así empieza su andar el largometraje dirigido por Christian Schwochow, uno de los más de 40 que fueron elegidos para proyectarse en las salas del Festival de Cine Internacional en Guadalajara como parte de la avanzada de Alemania, país invitado de honor de la trigésimo segunda edición del encuentro fílmico que organiza la Universidad de Guadalajara.
Las películas de ficción que deciden aventurarse en la vida de aquel presidente, el famoso artista, el cínico y mal amigo fundador de Facebook o aquella reina de Inglaterra, suelen discurrir por dos senderos clásicos: o se ciñen con rigor de viejo historiador a los datos y a la narración lineal con la secreta intención de que algún día las proyecten todas las escuelas primarias o se desmelenan y agarran unos cuantos hechos comprobables para luego añadirles capas de drama, humor o pura y llana reinvención de “la realidad” y así crear una atmósfera y un estilo propios, sin temor de La Historia, en mayúsculas.
‘Paula’ pertenece a esta segunda categoría. Y se agradece. La “histeria femenina” con que se diagnosticaba en aquella época a cualquier fémina que osara expresar sus opiniones, dedicarse a otra cosa que no fuera tener hijos y cocinar, es mostrada por el director con una sutileza que la aleja de cualquier intento de panfleto feminista que, por sí mismo, pudiera desviarnos la atención de lo que Schwochow intenta hacer y en varios momentos consigue: buen cine.
Ella pintará. Ella desoirá a sus tutores. Ella se enamorará y se casará para sumarle el Modelsohn a su apellido. Ella renegará de los convencionalismos artísticos y del aburrido campo del norte alemán, muchos años antes de que la nación se lanzara a su primera y desastrosa aventura bélica del siglo pasado. Ella escuchará con atención el inevitable llamado del París de Cézanne y Picasso. Ella vivirá un periplo profundamente humano que el director ni enaltece, ni juzga, ni romantiza, simple y llanamente filma con buen ritmo y mejor fotografía.
No son pocos los planos en los que la cinta se transforma en un óleo en movimiento para rendirle homenaje a lo mejor de la pintura alemana del XIX y los primeros albores del XX sin regodearse en ella, sino aprovechándola para que la historia de Paula avance sin pausa, pero sin prisa hacia un final que, aunque predecible debido al contexto histórico, se convierte en un sonoro megáfono para avisarle a no pocas personas que esas oscuras épocas no han quedado en el pasado.
Paula
Christian Schwochow, Alemania, 2016