Crítica: AmoR x RomA
Por Salvador Franco / Enviado Síguelo Twitter: @Sal_Franco
VENECIA.- Si Alfonso Cuarón ya había explorado su adolescencia con la irreverente Y tu mamá también, y lo que podríamos llamar su primera adultez con la icónica Sólo con tu pareja, ahora hace lo propio con su infancia a través de la entrañable y nostálgica Roma, la cinta que lo tiene por segunda vez compitiendo por el León de Oro de Venecia. Y la explora –o revisita– de la manera más original y genial posible: a través de los recuerdos infantiles en su casa en la Colonia Roma de la Ciudad de México, en la que creció rodeado de las mujeres que lo forjaron no como hombre, sino como ser humano: su nana, su madre y su abuela. Del universo que compartía con ellas y sus tres hermanos, el cineasta eligió a su nana Libo, una mujer oaxaqueña de raíces mixtecas, para convertirla en la protagonista de un relato hablado en español y mixteco, situado a principios de los años 70 y retratado magistralmente con una poderosa fotografía en blanco y negro que él mismo dirigió. Roma narra la historia de Cleo (la no actriz Yalitza Aparicio), una empleada doméstica que es testigo casi mudo del matrimonio entre el doctor Antonio (Fernando Grediaga) y su esposa Sofía (Marina de Tavira), que desde sus primeras escenas juntos advierte su cercanía al precipicio. La cercanía de la nana con los niños difumina poco a poco la frontera entre el servicio y el afecto, hasta convertirla en un miembro más de la familia, quien pronto conocerá el amor y la decepción “gracias” a Fermín (Jorge Antonio Guerrero), un joven amante de las artes marciales que se aparecerá en su camino para robarse algo más que último tragüito de su Coca-Cola en una lonchería del centro. Es entonces que todo se estremece a su alrededor. Incluyendo la tierra, que sufre un temblor que enmarcará uno de los momentos cruciales de la protagonista. Ese episodio de inestabilidad emocional de los personajes es aprovechado por el cineasta para mostrar la volatilidad social que sufría el país en aquellos años, y que encapsula en la represión estudiantil ordenada por el entonces presidente Luis Echeverría que fue bautizado como El Halconazo en “honor” al grupo paramilitar que lo ejecutó acabando con la vida de más de 100 estudiantes que se manifestaban en las calles. Resignada a la ausencia de Fermín, Cleo continúa su vida con una familia de la que la hacen parte pero que en el fondo sabe que no pertenece, y que a la vez, le permite asomarse a una clase social que tiene a años luz de distancia. Pero a la que tampoco le interesa pertenecer. Hasta que llega el momento de enfrentar su destino, primero frente al mar en un viaje en familia (sin el padre por supuesto) a las playas de Tuxpan, Veracruz, y después ante ella misma y la fatalidad. Aún sin Emmanuel “Chivo” Lubezki ASC, AMC, su Director de Fotografía en cinco de sus siete largometrajes, Cuarón ofrece planos secuencia memorables e hipnóticos, con una cámara inquieta que no deja flotar para acercarnos cadenciosamente a la acción y sorprendernos en cada paneo que decide ejecutar. Un ejercicio estilístico que el ganador del Oscar por Gravity superó con el respaldo del Director de Fotografía Galo Olivares, que se encargó de operar la cámara Alexa 65 de ARRI con la que se filmó. Roma es a todas luces una película de autor: arriesgada, valiente, poética, nostálgica y personal, profundamente influenciada por el neorrealismo italiano y que tiene cierto sabor del mejor cine de Carlos Reygadas, quien por cierto romperá en este mismo Venecia un ayuno de seis años sin largometraje. Es además, una carta de amor a una Ciudad de México que, si bien ahora sólo existe en la memoria de los mayores de 50 años, forjó una identidad cultura que sigue resonando en nuestro presente tan fuerte como el clasismo o las manifestaciones sociales y culturales que cada día claman justicia en nuestro país. Tras los ocho minutos de ovación en la Sala Grande de Venecia, Roma se convirtió de inmediato en candidata al León de Oro, y de paso dio por finalizada la polémica generada en el pasado Festival de Cannes, donde se le negó concursar por la Palma de Oro debido a que fue producida por Netflix, quien se negó a exhibirla comercialmente en los cines franceses. Parece que el final feliz para Roma está muy cerca de llegar. *El autor, Salvador Franco, es periodista experto en cine, trotamundos y festivalero de corazón.Tags: Alfonso Cuarón, CRITICA, Festival de Cine de Venecia, Roma